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Encuentros Surreales Jueves 26 de agosto 22
Parecemos Niños
Como viejos amigos
Ayer noche de mañana soñé con la Vale. La Vale del sueño era una casi amiga que tuve en mi juventud en la tierra media. Valentina, o muñeca de trapo, como cariñosamente la evocábamos con el amigo tártaro, era una mina bien mina en el sentido variable de la palabra. Colorina, de largas trenzas en su niñez y ahora de un pelo agradable a la vista, no tan rojo casi otoño. Su pelo otoño le caía poco mas allá del cuello dependiendo de lo que vestía. Siempre me agrado la muchacha. Solíamos tener algunas conversaciones entretenidas e inteligentes, ella era ambas cosas. Su belleza, no despampanante, residía para mi, en su todo como persona. Su porte, su talle, sus ojos como flores que responden según la luz. La luz de sus sentimientos, sus emociones. Sustantivos que en ella cobraban un significado especial. Su voz la recuerdo de una dicción impecable, poseedora de un tono que, para mi, encerraba todos esos tonos agradables, alegres cuando no solemnes y sensuales que uno ama de una mujer. Debo decir también que su talle y su estatura hacían conjunto con su todo que era ella. Perspicaz y efusiva, confiable. En esos años, si me preguntaban, yo decía que era mi amiga. Ahora con los años tengo un concepto mas exigente para ese concepto aunque si las cosas, al pasar los años, hubiesen continuado iguales o similares, seguro que todavía hoy, la llamaría amiga. La verdad no recuerdo haber tenido con ella una conversación mas intima, donde yo desnudara mis mas escondidos sentimientos o pensamientos. Tampoco hubo de parte de ella esa confesión necesaria que ahora considero inexcusable antes de llamar a alguien amiga.
Volviendo al sueño nochitutino. Conduzco mi Volkswagenagen Gol con rumbo desconocido de pronto se detienesel motor, se apaga la música y mi querido Gol cesa abruptamente su marcha. Sin razón aparente. Sin contacto, muerto totalmente. Estoy en una calle parecida a la calle Lira a la altura de general Jofré. En mi sueño este es un lugar donde estacionan a orilla de calle y sin cobro. Decido dejar aquí mi auto y emprender el resto de mi viaje a pie hasta llegar al centro de Santiago. Se acerca a mi un señor de aspecto menesteroso y me dice —vaya no mas, yo le cuido la joyita—y acto seguido respondiendo a mi fingido y cordial saludo me pregunta —¿Le lavo el auto jefe? Si quiere también le puedo arreglar la pana—. Evalúo rápidamente la situación y le digo que no, muchas gracias. Me voy hiendo y llega una vieja como de mi edad, con carácter de vieja metida (es raro que en el sueño haya evaluado su carácter aun antes de que la señora se bajara de su auto ¿indicará que poseo una personalidad prejuiciosa?) La mujer viene acompañada de un señor flaco de unos setenta y tantos años. Se estaciona de mala manera detrás mío y muy apegada a un desvencijado carretón de grandes ruedas de fierro donde venden frutas y verduras. Ahora aprieta unas paltas y, desde el asiento delantero derecho de mi auto asomando su cabeza canosa, flaca y arrugada por la ventana le alega al casero del carro, no se que asunto. Yo la miro y pienso —Que patuda esta vieja —la vieja sigue alegando y profiriendo insultos mientras yo, desde la ventana trasera y también asomado a la calle le respondo que como tan patúa que oiga bájese que esto no es taxi ni colectivo señora. Se va la vieja alegandole a su viejo acompañante que ella es la que tiene la razón. Yo miro al verdulero cuidador de autos con cara de circunstancias y le digo que me voy a ir caminando, si total donde voy está aquí cerquita. Al segundo aparezco en el paseo Ahumada, voy subiendo hacía allí por una escalera encerada desde una galería subterránea (que no existe en la realidad ¿existe la realidad?) Llegando a la calle veo a la Valentina que viene hacia mi empujando una carriola con un bebé en su interior. Es un cochecito de esos de película gringa de los setenta del siglo pasado. La bebé es inmensa y regordeta, rubia de tez blanca onda europea. Al cruzarnos con la Vale nos saludamos al pasar, como esos saludos de compañeros de oficina que salen a almorzar por separado y se topan luego, en la calle y sin quererlo con algún colega que vieron hace unos minutos sentado en su cubículo probablemente vecino al tuyo. Valentina va hablando por celular pero este no es visible, solo lo supongo por su mirada concentrada en otra dimensión y sus palabras al aire en tono de conversación. Me pongo a caminar al lado suyo y llevo el carrito de la bebé. Mientras Valentina sigue en su charla con la dimensión desconocida. Y yo la miro insistentemente pero no para urgirla a que termine de hablar. La miro así porque no puedo creerlo. Ella tan igual, tan muñeca de trapo carita de loza como la última vez que la tuve a mi lado hace veinte y tantos años. No puedo creerlo, estoy encantado. Le hablo incoherencias y ella me hace señas a que espere, que está hablando, que termina al tantito. Cuando al fin termina su diálogo con el ser invisible, nos saludamos. Yo la abrazo efusivo y contento. No caigo en mi pellejo. Ella en cambio está tranquila y me saluda como si ayer no mas nos hubiéramos visto. Bueno, recordando, esa era una de las cualidades que me enamoraban de ella. Su apacibilidad. Entre conversa y conversa, poniéndonos al día después de tanto de no olernos llegamos a mi auto y yo la invito pa mi casa, que es la misma en que vivo ahora pero como estaba en mil novecientos setenta y nueve, ochenta, ochenta y uno, dos y tres. La casa de mis padres en la Villa México. Entramos y sentado en el living está mi padre revisando su celular mientras en la tele unos tipos se disparan y otros caen muertos como moscas. Mi padre saluda a la visita y continúa ensimismado en su teléfono (¿recuerdas cuando a fines de los noventa me dijiste que los teléfonos eran para llamar y que cualquier otro uso que se les diera era una tontería?) Nos vamos a la amplia cocina, que por aquellos años era punto de reunión obligado ya sea con la familia o los amigos que iban y venían. Dejo a la bebé sobre la mesa y la acaricio; ahora es una perra mediana de porte, dócil, hermosa y de suave y largo pelaje. Como una aparición veo frente a mi a un iluminado Daniel, otro amigo perdido en el tiempo. Daniel, de blanco entero y con unos rayban de aviador, es bañado por el abundante sol que baja del tragaluz que abarca un tercio del techo de la cocina. Parece un espíritu que aparece y desaparece intermitentemente. Como una ampolleta a punto de quemarse. No habla, solo mira su celular mientras está ahí de pie, incandescente frente a mi. Lo miro algo confundido y le comento a la Vale de su papá, que según me había enterado había muerto el año pasado después de que su esposa le perdonara su infidelidad y lo admitiera de nuevo en casa. Valentina me mira extrañada. No entiende.
—Yo hablé con mi papá esta mañana me dice.
—Me separé de mi esposa—le digo— el año pasado y abandoné la religión hace veinte años.
Ella como que no le dio asunto y se rio con esa risa sofisticada que tanto me gusta.
—¿Cómo te enteraste lo de la infidelidad? Se supone que nadie mas sabe que nosotros—mr dice contrariada.
Daniel intermitente bañado por esa luz blanca del mediodía y que entraba a raudales por el tragaluz de uno por tres metros, enciende un cigarrillo. —Ah, este también se salió de los Testigos (1)—pensé yo y me sonreí. Mientras miraba a Valentina con cara de enamorado. En eso aparece mi hermano de profesión mecánico automotriz y le comento que el auto no me parte. Él, luego de consultarme algunos detalles del desperfecto comienza a darme una lista de las posibles causas técnicas de la falla. Ahondando en detalles y preguntas, como si cambié o no la batería, o que habría que revisar si le llega corriente al alternador o bien puede ser un corte o una falla de la ECU. Yo, sin ponerle demasiada atención continuo observando a la Valentina ahora con <<ojos de cordero degollado>> sin atreverme a preguntarle por su marido hasta que es ella quien lo menciona y me comenta que también se separaron.—Esta es la mía—me digo y le ofrezco llevarla de vuelta al punto de partida. La perra ya no estaba y yo a esta altura me dejo arrastrar por mi imaginación lívidinosa. En esas divagaciones estoy cuando ella me dice que no, que no me preocupe porque aquí, justo a la vuelta de la esquina, tiene que hacerle estudio de la biblia a una señora que la esta esperando a esa hora. Antes de alcanzar a reaccionar suena un ring estridente y ensordecedor. Es mi celular y contesto pero sigue sonando, estridente y ensordecedor. Abro los ojos, saliendo abruptamente de esa sopa de sentimientos que es mi sueño y sobre el velador sigue sonando mi celular. Es mi amigo jardinero que me llama, conversamos y yo estoy todo el rato pensando en mi sueño y en lo extraño que es pensar dentro de un sueño y sentir ansiedad y emociones, enamorarse y recordar juntar todo y traer aunque sea en sueños a esas amigas que de una secreta manera amé y alguna que otra vez divagué pensando ¿Y si? con todo mi corazón.
A mi tío Caco que se fue pal otro lado este 13 de septiembre
Dicen que la gente muere solo si la olvidamos y yo siento que la gente que se ama permanece en nosotros como nosotros permanecemos en ellos y cuando ellos parten, una parte nuestra parte con ellos. Es algo que se ha dicho muchas veces pero que cobra gran significado cuando lo vivimos en carne propia. Hace un par de noches me avisaron que mi tío Enrique a quien cariñosamente siempre llamamos Caco, murió por complicaciones relacionadas con el maldito bicho que anda rondando el planeta cobrando la vida de aquellos que de muchas maneras esquivaron la muerte. Y ese es el caso del tío Caco, quien hace años superó un cáncer y del que bromeaba en cada reunión familiar en que estaba presente. Como ese cáncer superó muchas cosas mas tanto que algunos lo creíamos inmortal.
Esta noche, triste noche, quisiera hablarte como ese ser humano que conocí. Un gozador de la vida. Un tipo trabajador y busquiilla. Alguien a quien nunca vi derrotado ante las circunstancias. Un ser feliz.
<<Así me acuerdo de ti tío. Un ser lleno de alegría y de buen humor. Una visita siempre bien recibida y de esas que te alegran el corazón cuando los ves. Y tu alegría era de esas sinceras, asi se sentía.
Hubo un momento en especial de mi vida en que tú estuviste a mi lado. Estaba yo convaleciente de una sobredosis de barbitúricos que había ingerido en una de mis tantas crisis existenciales pero esta fue la peor y que nunca espero se vuelva a repetir. Recuerdo que estaba en mi cama medicado y tú viniste a verme y entraste a mi pieza y ahí sentado al lado de mí cama me dijiste —la vida es complicada Nano, pero tú soy un cabro inteligente y vas a salir adelante—. Con esas sencillas palabras y con tu actitud abierta de no juzgarme me tocaste el corazón. Ahí supe la gran calidad de persona que eras.
Cuando yo era muy chico una vez en un almuerzo familiar me dijiste que porque hacía una cosa de determinada manera cuando tú la hacías de otra forma y que esa era la correcta y yo con gran elocuencia te contesté:
—Usted es usted y yo soy yo—, a lo que siguió un breve silencio y luego una carcajada general. Me salvaste de la reprimenda de mis padres. No me queda duda de que tú fuiste el que dio paso a esa algarabía. Porque así eras tú. Lleno de ese humor y esa alegría contagiosa y espontánea que saca lo mejor de las situaciones mas difíciles de la vida.
Nos dejamos de ver hace años. La lejanía y todo lo demás son solo excusas que no tienen asidero. Solo diré que siempre te he llevado aquí y seguirás vivo por siempre dentro de mi corazón.
Te quiero y te querré por siempre tío querido.>>
Ride Upon The Storm , Cabalga Sobre La Tormenta (parte 2)
Ya he terminado de respaldar toda la información y comienzo con la instalación del sistema operativo. Inserto una memoria USB en la ranura del notebook para tal fin, con la información necesaria. Ajusto la BIOS y le doy partida, cerca de la una de la mañana ya está todo casi listo. Mientras afino los últimos detalles le envío una foto a mi hijo con los menús actualizados y un reluciente sistema operativo y renovado ordenador con toda su valiosa información respaldada. Mi hijo, al otro lado, me expresa su felicidad por mi trabajo esmerado y yo me siento orgulloso de haberlo ayudado. Entonces reinicio la máquina, deshago los cambios temporales en la BIOS... momento, algo anda mal. La pantalla se suspende en negro y como fatal sentencia aparece el mensaje "Operating System Not Found." Se me hiela la sangre al leerlo. No lo entiendo, o si lo entiendo pero me niego a hacerlo. Mensaje fatal "Operating System Not Found." ¡¿Que diantres?!
Cambio la serie de la tele y en su lugar pongo música, buscando tranquilizar mi espíritu. Siento que la mente me va estallar. Apago todo y me quedo en silencio en la oscuridad absoluta de mi pieza. Siento el zumbido de un mosco que choca contra las paredes oscuras de mi habitación.
Mi mente se congela y el pánico se hace presa de todo mi ser. Apago prendo, apago prendo, apago prendo, esperando algo que no viene. Operating System Not Found. Inserto la memoria USB, que contiene el sistema operativo, nuevamente después de deshacer los cambios a la BIOS. Espero unos segundos que parecen horas. La pantalla negra y nuevamente el terrorífico mensaje Operating System Not Found. Siento náuseas. Salgo al patio, transpiro miedo. Miro el cielo oscuro y sin luna, apenas se distingue Júpiter y Marte, ¿la cruz del sur quizás?. No puedo pensar, pasan miles de ideas por mi mente en ebullición. Veo flotando en el cielo el mensaje que no se borra de mi retina. Operating System Not Found. No se porque recuerdo esa extraña melodía de Isao Tomita que le aterraba a mi esposa "Prelude to the afternoon of a faun". Tengo el estómago revuelto, ganas de vomitar, estoy tiritando de frío, miro la temperatura ambiente en mi celular y marca dieciocho grados centígrados. Vuelvo a mi habitación. ¡¿Qué hago?! Mierda ¡Que hago ahora! Intento concentrarme. Por mi cabeza pasan cientos de situaciones igual de desesperadas que he vivido previamente. Recuerdo otros desvelos terroríficos por culpa de un computador. Ajusto un comando, otro. F4, F5, Esc, flecha arriba F10, enter, Esc. Otra vez F4, F5, Esc. Si continúa perderá toda la información. enter. ¡No! ¡¿Qué hice?! Todo se reduce a comandos, números y letras. No estoy pensando bien. Veo nublado. Estoy agotado. Debería dejar esta tarea para mañana. Pero se me fue el sueño. Vuelvo unas horas atrás en el tiempo cuando hablé con mi hijo. Se palpaba su alegría. Esa misma que tenía cuando le compré un auto de juguete en una feria del puerto de San Antonio a sus dos años.
Power on. Se siente el silbido suave de la aguja pasando sobre el disco duro. El ronroneo de los ventiladores, la estática de la pantalla, que se queda en negro todavía mas tiempo que la vez anterior. Apenas puedo respirar y de pronto aparece el logo del sistema. "Instalar ahora" enter. Recopilando información nueve por ciento, diecisiete por ciento, noventa y ocho por ciento. Luego de minutos, horas quizás ;no llevo la cuenta, la perdí hace rato. En la pantalla ahora comienzan a aparecer variados mensajes bajo un fondo azul esperanzador. "Se están realizando los últimos ajustes, ten paciencia. No apagues ni reinicies tu computador. Nombre de usuario. Contraseña de inicio de sesión." Y ahí esta por fin. La pantalla de bienvenida. La misma que fotografié feliz unas horas atrás y le mandé por mensaje a mi hijo. A ver, veamos. Abrir carpeta. Equipo. Disco C ok. Hasta ahí todo bien. Pero falta la partición de respaldo. ¡No está! ¿No está? ¡Se ha ido! ¿Se ha ido? No, no, no. Sí. ¡Nooooo! ¡Mierda!, ¿Qué chucha? Conchesumadre ¿y que le digo a mi hijo ahora? Sus fotos, todos sus archivos, los videos de su hija desde que nació. Sus canciones. Sus documentos ¡Todo, todo, todo ha desaparecido!
Ahora si que la cagué. No se que puedo hacer. Busco ayuda en la web. "Solucionamos su perdida de información. Tenemos todo un laboratorio forense a su disposición. Solo déjenos su disco duro y le salvaremos el pellejo por la módica suma de unos cuantos miles de pesos." Programas en linea para recuperación de datos; no hay tiempo. Ya empieza a clarear, son cerca de las seis de la mañana. Me acuesto y logro dormir un poco más de una hora. Despierto en medio de un sueño de recorrer galerías laberínticas sin salida. Me doy una ducha mientras invento en mi cabeza mil explicaciones que darle a mi hijo. Ninguna me satisface. Podría asumir el elevado costo del laboratorio forense, pero no estoy convencido de su efectividad. Una vez lo hice y los resultados fueron nefastos. Fotos que solo se les veía la vista previa sin poder abrirlas. Videos entrecortados. Pies en lugar de cabezas. Un collage de imágenes inútiles.
Me armo de valor y parto siendo las ocho de la mañana en dirección a la casa de mi hijo. Le suelto el muerto de una. Sin adornos ni maquillaje. Le muestro mi pesar sincero casi entre lágrimas. Él se muestra comprensivo en todo momento, aunque obviamente lamenta la pérdida no me reprende ni se ofusca externamente. Le doy un abrazo y le agradezco. Me vuelvo a casa con el gozo que deben sentir los que escapan de la muerte. Mi espíritu renovado, no siento cansancio y todas las nubes negras se han ido dando lugar a un cielo azul brillante.
Mañana sera otro dia
Esa mañana te levantaste muy temprano, como era tu costumbre, ignorabas que hoy era once de septiembre. Un día semi nublado se desmarcaba en tu casa vestida de ese verde musgoso que tanto odiabas. Una atmosfera de olor relente llenaba todo, al punto que te molestaba profundamente. Tus pasos se dirigieron a la cocina, entonces, sumergiéndote en tu rutina diaria pensaste en preparar el desayuno para Lucy, tu fiel compañera y esposa de toda la vida. Una gota de sudor frio cruzó tu frente, pero tú seguiste sin prestarle atención. Te sentaste por un instante y tomaste lápiz y papel planificando lo que seria tu próximo negocio, el que te permitiría salir del atolladero al que habías descendido. Entonces, como nunca antes, la nostalgia te abordo, un escalofrió recorrió tu espalda, y el sudor ahora empapaba las palmas de tus manos, al mirarlas recordaste aquel verano perdido en el tiempo, en que junto a tu gran amigo Ricardo, se fueron de paseo a la localidad costera de Ventanas. Con las puras patas y el buche, no tenían ni uno, pero gracias a tu ingenio y un triciclo que conseguiste de una charla con un parroquiano la noche anterior, emprendiste un negocio de compra y venta de cosas usadas. Luego, gracias al capital que lograron reunir de tal empresa, se dieron unas vacaciones familiares que serian recordadas por mucho tiempo. Inolvidable fue también aquel verano en la localidad de Quintero, donde, haciéndolas de dueño de un restaurant que arrendaste a orilla de la playa, empleaste a media familia, y una vez mas lograste la satisfacción del triunfo.