Llevaba semanas sin poder salir de casa, en una suerte de penitencia extraña, el enclaustramiento me hacia padecer una suerte de compromiso incognito con estas paredes, y en el ir y devenir apenas atinaba a ir al supermercado de mas alla y volver casi con los ojos cerrados, volver de la feria e intercambiar un par de muchas gracias con un casero impavido era la rutina.






Andres hastiado ya de esto fue quien, timidamente me propuso que el domingo fueramos al cerro, se encontro con mi gran negativa exterior, interiormente la guerra seguia, no sabia que hacer, finalmente el domingo llego y Fanny insistio temprano en la idea, sin poder sacarle el cuerpo, abandonado hasta ese momento en la latiguda lectura del matutino electronico y jugando con el feeddemon a encontrar paginas con nuevos enlaces que de todas formas nunca leere, casi una suerte de videojuego ochentero, bajando contenidos solo para jugar a eliminarlos solo al leer las primeras dos frases, y Chinoy repitiendo
Solo se que nada se...
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Finalmente y luego de comprar unas bituallas en el supermercado de paso, pasando el mediodia de este nuevo horario que no termino por asimilar, el reloj de la cocina aun marca una hora de retraso, nos encaminamos via transantiago hacia al oriente, a diferencia de otras veces al llegar a Pio Nono decendimos y luego de esperar un rato una micro que nunca llego, nos encaminamos al cerro, subimos por el lado del zoologico y tras de pasar el gentio casi circense,que a esa hora abarrotaba el lugar, nos encaminamos por una solitaria ruta, unos pocos metros y el panorama cambia radicalmente, senda florida, montaña, naturaleza, vegetacion, tus hijos felices, mas atras tu esposa capturando las flores (despues me las subes al feizbuk!).





Un sendero, 25 minutos de subida señala el letrero, a medio camino nos desviamos, el cerro se empina, las zapatillas resbalan por la ladera, y nos caemos y volvemos a subir, un guradabosques parece no entender nada y menos saber donde estamos, seguimos subiendo, volvemos al sendero, no sin antes de intentar una fogata frustrada (menos mal), nadie encontraba el encendedor, el sendero reaparece, la gente, los pacos, los autos a un costado, alguien escuchando metal, los fogones, asientos, desempacar, arroz y chorizos a la parrilla, una pausa y cae el sol, nos abrigamos y emprendemos nuevamente el rumbo, un sendero que va por uno de los costados del cerro, casi sureño, muy bonito invita a la instrospeccion, pero Andres insiste en arrojar la pelota al vacio, ya no molesta su hermano, gonzalo atras conversando con su mama.


  

nos vemos en el atajo...(chinoy)