El Hombre de La Mancha





Esperemos que no sea nada, le dijo su esposa con cara de preocupada, el miro para otro lado, las ruedas marcaban el pavimento, la tarde cedia al calor, y los arboles de la plaza seguian su paso inmutables, El recordo su lejana juventud cuando casi muere a los once años aquejado de una pleuresia que no le dejaba respirar,  recordo la maquina en el oscuro salon del doctor Palominos (¿que sera del se pregunto?), recordo la sentencia : hay que hospitalizarlo o se nos va...


Ahora los doctores eran menos amables, y las maquinas mas frias, aunque la habitacion estaba iluminada.

Esta vez su esposa estaba mas dulce, ¿cuando te enteraste? no dijo nada.
A la luz del atardecer se veia su rostro mas cordial que de costumbre, ¿seria por la noticia ?, se pregunto fernando, por un instante casi cede a la emocion e interiormente se quebro, no escuchaba sus palabras, solo veia su sonrisa, queria llorar pero no podia, ella era su mundo, su unica tabla de salvacion, queria tener la suerte de otros, rogaba por la fortuna de otros, pero a su vez agradecia su bendita suerte, ella guiaba la bicicleta titubeante, bamboleandose de un lado a otro de la calle, como si la tensión se traspasara a esas ruedas torpes que dibujaban la tierra de la plaza.
fernando se sintio caer en su particular pozo, aquel que no visitaba hace mucho tiempo, pero una mano lo agarro, venciendo el vertigo del abismo, y en ese segundo se sintio vivo nuevamente, sintio que sus ruedas tocaban las de ella, que su cadena era nuestra cadena, que sus rayos eran nuestros rayos, sabia que no olvidaria aquel dia, que continuaria queriendo a esa bendita mujer, afortunado entre los afortunados...