La Queta


Siempre que vuelvo a casa, su corazoncito salta de alegría, y corre y recorre el camino que separa el portón de la puerta de entrada. Se desdibuja en mi pequeño patio, se mueve rápidamente y salta y brinca, su frágil cuerpecito va y viene por entre mis piernas. Repito su nombre sin pausa, y esto parece alegrarla mas, sus corcoveos ahora llegan hasta mi cintura, y me golpea apenas en las rodillas con sus manitas. Parece haber olvidado por completo mi ira de días atrás, cuando la increpe y sus ojazos se llenaron de algo como lagrimas, pero ella no llora, solo se entristece de mi pena, y a veces, aunque la llame se queda quietecita, como ignorándome, pero si insisto un poquito, la veo a través de la ventana alzar una ceja, y con su cabecita apuntando el suelo levanta suavemente la vista, sin moverse, como correspondiendo mi llamado, si reitero su nombre, entonces, como sin ganas se echa a andar en mi dirección, viene corriendo y me regala una enorme sonrisa, la ignoro, y luego de permanecer de pie unos segundos, se echa al suelo arrojando un respingo por su naricilla, a manera de protesta por haber interrumpido su paz. Entonces acaricio su vientre, como para darle en el gusto, en aquel momento ella entrecierra su mirada en gesto de embriaguez suprema.Gonzalo me explicaba que ella veía solo en una dimensión y que de colores nada. Luego, refiriéndose a su nombre “Queta”, me señalaba que este resultaba inentendible para gran parte de la gente, pues ignoraban que este era diminutivo del nombre Enriqueta. Gonzalo sufrió una depresión severa hace unos años, cuando nos echaron de nuestra casa, y cuando se disgustaba, o algo le daba mucha rabia, la Queta recibía su frustración, literalmente “pateaba la perra”, por fortuna, para la Queta, Gonzalo se recupero.
P.D.: La foto corresponde a la abuela de la queta, la simona, tomada por alla por el 88 del pasado siglo

4 comentarios:

Alvaro dijo...

Buenos relatos, recordé esos años de papel en que intercambiábamos cuentos escritos a mano, cuando nos leíamos trozos de Cortázar, los 14, 15 años, entre harmagedones, Atalayas (puaj que aburrimiento), Pajaritos y Camino a Melipilla, Silvio Rodríguez y Tangos...

Danna dijo...

Uff!!! Que emosión, de verdad me llevaste casi al borde de las lagrimas ¿Será que estoy demasiado sensible hoy? Puede ser, pero de verdad la fidelidad de los animalitos siempre me conmueve... la Simona, que perra mas unica y aunque sus descendientes no alcanzan su "personalidad" tambien son bien especiales... ¿verdad?... Pero y te acuerdas de mi Ketty, que tambien se llamaba Enriqueta... sniff!!! Oh Oh has abierto el caudal de mis recuerdos y nostalgias y ahora QUIEN LO PARA... ohh vienen las lagrimas... Oh...

pantera dijo...

Desde Eduardo paso a visitarte, escribes muy lindo, te felicito.

Eduardo Waghorn dijo...

Hola Paredro, grato leer tus memorias. Los perritos...esa nobleza a menudo da clases a la humanidad.
Esos ojitos humildes y saltones...

Amo los perritos, en especial las perritas. Son mas tiernas.

Se perdió el asado, a ver si con Magaña concretamos en Brasilazo en estos días.